Jorge Alemán: “Va a llegar un momento en que no existirá derecha que no sea ultraderecha”

Por Celeste del Bianco para Tiempo Argentino

El psicoanalista y escritor Jorge Alemán está en Argentina y esta semana recibió el Premio Democracia en la categoría Pensamiento Nacional. Volvió luego de dos años de interrumpir sus viajes periódicos al país como consecuencia de la pandemia. Desde 1976 cuando debió exiliarse, vive en Madrid, pero mantiene contacto permanente con la realidad política argentina. Es profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad de San Martín y en el año 2018 recibió el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.

Además, conduce el programa Punto de Emancipación que se transmite por YouTube y acompañó a Leandro Santoro en la preparación del debate televisivo entre los principales candidatos y candidatas a diputados nacionales por la Ciudad de Buenos Aires. Tiempo Argentino habló con él para indagar sobre los procesos de crecimiento de la ultraderecha. Alemán advirtió sobre el avance de un nuevo orden y llamó a construir un frente que articule múltiples sectores para frenarlo.
–¿Cómo se explica la aparición y el crecimiento de personajes libertarios en nuestro país y la región?

–Lo importante es considerar que la ultraderecha es una agenda que trasciende a los personajes eventuales que aparecen como tal. Es una agenda en el interior del neoliberalismo que presiona sobre el resto de las derechas a tal punto de modificarlas internamente. Ya no hay más derechas, prácticamente, conservadoras o liberales. La ultraderecha es una impronta que tiene diversos tipos de personajes y es el resultado de una hibridación porque la componen personajes distintos. Son fundamentalmente ultraderechas neoliberales, eso las hace distintas a los regímenes históricos del fascismo y del nacional socialismo, y están hechas para condicionar y determinar al resto de las derechas hasta el punto de que va a llegar un momento en el que no va a existir derecha que no sea ultraderecha.

–¿Su existencia misma obliga a las derechas tradicionales a cambiar sus formas y radicalizarse más?

–Sí, ese sería el desenlace del asunto. Están hechas para ir generando un clima de presión. Por ejemplo, la presidenta de la comunidad de Madrid pertenece a la derecha anterior, conservadora, pero es a la vez un fetiche nuevo de la ultraderecha.

–¿Por qué tienen tanto asidero en la sociedad?

–Porque hay grandes segmentos de la población que se han quedado sin ninguna referencia simbólica, el neoliberalismo ha destruido los modos de lectura de la historia. No se pueden reconocer en ningún legado, en ninguna herencia, se sienten culpables de lo sucedido. Ese es otro éxito neoliberal: hacerle sentir a la gente como un fracaso personal su proyecto de vida cuando fue el sistema el que preparó las condiciones de ese fracaso. Luego, esa culpa pendula y va hacia el odio, hacia el odio a los políticos. Ahí hay un enorme terreno para que estas ultraderechas florezcan porque no pasan por la conciencia reflexiva; no es como antes, que alguien decía: “Yo soy fascista”. No se necesita esta definición. Es una especie de administración brutal del desamparo, la insatisfacción, la culpa, el odio, y así se va configurando un tipo de subjetividad que estas ultraderechas logran capturar.

–¿Con qué mecanismos el neoliberalismo rompe los procesos de lectura de la historia?

–Para poder leer la historia son necesarios ciertos puntos de anclaje que permitan la lectura retroactiva, es decir, a partir de determinado elemento de la historia yo resignifico los otros. Tiene que ver con la aceleración capitalista tecnocientífica, los movimientos diversos de la tecnología, la velocidad que han adquirido los distintos procesos de la información, con el hecho de que la información sea la nueva mercancía dado que uno trabaja para generar información e incluso paga por ese trabajo. Se genera todo el tiempo una plusvalía de la información con la novedad de que uno paga por generar ese plusvalor que luego va al bolsillo de las corporaciones. Todas esas condiciones no permiten que trabaje el horizonte del sentido, que uno pueda realizar una lectura. Una lectura implica siempre puntos de amarre simbólico que hagan posible esa lectura, y uno de los éxitos del neoliberalismo es haberlos destruido. No es que destruye la memoria lejana, la memoria más inmediata queda destruida.

–Hablando de memoria, Cambiemos conserva el porcentaje de votos a pesar de la experiencia reciente.

–Es un ejemplo de lo que estamos hablando. No pasó hace 20 años, hace menos de dos años hubo en este país una experiencia devastadora y parece como si la huella fuera muy débil.

–Parece que la única memoria es la inmediata: la pandemia, la inflación.

–Sí. En todas partes del mundo, la pandemia no tiene una traducción política buena, no se organiza un relato con la pandemia porque la gente ha sentido que se imponía una restricción. Que, aun a pesar de que era en nombre de un bien común, era una restricción dañó muchísimo la economía mundial, a los países ya de por sí frágiles los dañó mucho más. Como pasa con estas cosas, alguien las tiene que pagar. Vivimos en un mundo donde rápidamente se buscan culpables y hay que imputar responsabilidades rápidamente a alguien, así que la pandemia era una muy mala noticia, era muy difícil salir indemne cuando en el caso de Argentina fue un esfuerzo increíble el que se hizo.

–¿Cómo ve el trabajo que tiene el Frente de Todos hasta noviembre?

–Primero, como condición de posibilidad, tendría que mostrar una posición de unidad muy importante y que esté referida especialmente a tratar de cambiar el modelo económico. Son dos condiciones mínimas, pero la cuestión de fondo, si tenemos en cuenta todo lo que decimos de la ultraderecha, es que habría que constituir un frente nuevo con el movimiento feminista, el sindicalismo, el movimiento LGTBI. Si nos tomáramos en serio que está avanzando en el mundo un orden que va a hacer mucho daño y que a la Argentina la va a lastimar mucho, habría que tratar de generar un espacio mucho más articulado. Una articulación de posiciones diferentes, pero una articulación en definitiva. Me parece que eso es muy difícil. Si nos tomáramos en serio lo que se está preparando en el mundo, habría que hacer un trabajo muy delicado, de mucha elaboración para poder articular. La ventaja que tienen estas derechas es que, al haberse progresivamente apropiado de todos los medios y de la Justicia, aceleran todo. Es una red de captura y la propia ultraderecha es una construcción de las redes. Una construcción internacional que procede de las redes. Además, de los errores propios.

–¿Qué opina de las idas y vueltas en torno de la movilización por este 17 de Octubre?

–No entendí las idas y venidas porque el 17 de Octubre es intransferible, es un día que uno no puede trasladarlo como una fecha más a otra fecha. Espero que sea un momento de unidad.

–¿Cómo ve los próximos años de gobierno?

–Va a depender de muchas cosas referidas al orden internacional. Va a depender también de que el modelo económico sea paulatinamente transformado porque esto no da más de sí. Luego, la construcción política de una unidad más sólida. Todas las condiciones de las que hablamos, sin la transformación del modelo económico, es imposible sostenerlas.

–¿Cómo vio el debate entre los y las candidatas de la Ciudad de Buenos Aires?

–Es un debate imposible porque las únicas dos personas que podrían haber debatido entre sí eran Leandro y Myriam Bregman, ambos tienen construida una posición argumentada y lógica en la que cada uno se reconoce en una ideología. Pero lo que hicieron los demás participantes está en las antípodas de lo que es un debate porque vale decir cualquier cosa. En el caso de Milei, directamente está por fuera de los límites de un debate político y la otra señora está en la frontera de la política porque dice lo que se le ocurre, por ejemplo, que si hubieran estado ellos habrían recibido préstamos, cuando se tuvieron que endeudar cuando ya no recibían más. Era muy difícil, conceptualmente. Me parece que Leandro ganó ese debate, pero la pregunta es si en Argentina es posible organizar un debate. «