Por Mariano Massaro (*)
El caso López contiene múltiples lecturas posibles, cada quien escogerá dónde poner el acento, pero debe consignarse que el hecho de esa elección responde a la tarea política a la cual uno quiere tributar. Desde mi óptica, el efecto López debe considerarse en relación a las consecuencias que éste genera, y a su vez diferenciar cómo dichas consecuencias impactan de forma diferente sobre los sectores sociales. Pero, reitero, no es un análisis en abstracto, sino que lo es en relación a la táctica con la cual se venía trabajando.
Es por ello que reniego de una suerte de carrera comparativa sobre los volúmenes de corrupción que puedan sostener los proyectos políticos en pugna. José López no se anestesia con Panamá Papers, Lázaro Baéz no se anula con las cuentas en Bahamas, etc. Una mirada política madura debe sopesar que el triunfo de la imagen sobre un relato o un texto o una denuncia es incuestionable. Dicho de una forma más rústica, la imagen del dinero contante y sonante es inapelable.
No esquivo la discusión sobre la corrupción, pero sin ser el tema principal de esta nota, estoy convencido que la relevancia o estado de cosas que se disparan a raíz de este hecho, deviene, para contestar por derecha y por izquierda, de un problema estructural, no solo de Argentina, sino de los países periféricos que pugnan por desmarcarse del lugar que el centro asignó a la periferia en términos históricos. Resulta un infantilismo la asociación de corrupción con la declinación de un proyecto popular. Diría que «la cuestión» que late en el fondo y nos condujo hasta aquí, es el cuello de botella de todo intento de cambio en la división internacional del trabajo, y la falta de recursos para responder al promediar intentos progresistas en términos populares; la incapacidad de todos nosotros para responder a las nuevas demandas que el propio proceso propone o a las insatisfechas que acarrea, así como la imposibilidad de asirse de los nuevos recursos indispensables para ello. Ese es el huevo de la serpiente.
Dicho esto, quiero mostrar mi desacuerdo por diversas razones con aquellas lecturas que frente al caso López solo se avocan a contragolpear en términos mediáticos al macrismo. La primera, por ineficaz; la segunda porque equivocan el auditorio al que esta etapa del desarrollo político exige que se conquiste; y por último, porque no es Mauricio Macri el ganador de esta saga a lo Capusotto, si no que el verdadero ganador es el diputado Sergio Massa y su Frente Renovador. Decía que, en esta etapa todos los recursos disponibles deberían haber estado abocados a contener con vistas a representar, a esa franja fluctuante de voluntades, que en su momento supieron darle el 54% a CFK, y luego migraron a otras opciones políticas, desnudando un núcleo duro kirchnerista del 30%. Ese es el auditorio al que se debe hablar, no a otro. En segundo término, establecer que el único beneficio que acuñó el ingeniero Macri con el escándalo de José López es la compra de tiempo; un remanso anestésico donde se distorsionen los efectos feroces de sus políticas. Pero quien pivotea en medio de la debacle de las políticas neoliberales y se corre de la zaga de la corrupción, según la construcción de sentido impulsada por su sector y avalada comunicacionalmente por varios sectores, es Sergio Massa: el siempre listo plan B de la derecha.
Para entrar decididamente en tema, no solo se trata de qué hace el adversario con sus oportunidades, sino que hacemos nosotros como campo popular ante eso. A esta altura parece obvio que la táctica escogida por la conducción del FpV de cambiar para acomodarse al nuevo escenario que se abre; es una afirmación descarnadamente responsable.
En un escenario donde el proceso de deskirchnerización esta en auge, destacando la fortaleza del núcleo militante y seguidores k, y ese 24% flotante, que es la única pieza que asegura la conformación de una nueva mayoría popular, estaba comenzando a manifestar su malestar por el impacto de la medidas lanzadas desde la asunción de Cambiemos, existe la gran posibilidad que ese sector comience a rastrear otra salida y/o alternativa, me refiero al massismo.
Mientras Macri gana tiempo para redondear los temas importantes que le restan de su agenda inicial, y aguarda la llegada de capitales especulativos que alimenten la plaza de divisas para así generar alguna estabilidad coyuntural, se abre una ventana de tiempo que el macrismo cree poder aprovechar antes q la yuxtaposición de la crisis social y política le demuestren que no hay luz al final del túnel.
En este juego de relojería, donde cada actor político hace sus apuestas, Macrí se aferra a esa ventana de tiempo hasta que, inexorablemente, se le endilgue la responsabilidad por la situación económica; por su parte Massa solo deja discurrir el tiempo trabajando sobre los errores de los otros, y el Fpv, hasta este episodio dividía sus acciones entre el dejar hacer esperando el enojo social y la elección de alguna variante desde la cual denunciar o dar alguna pelea asilada, táctica que supo darle módicos resultados. En ese entramado complejo y de forma simultánea se disputa la fidelidad del poder territorial del PJ al proyecto popular. De más esta decir, que el nuevo estado de cosas le facilita ir resolviendo al PJ donde pararse. No sorprende el pragmatismo con la cual se argumenta la toma de posición por parte de los caudillos provinciales y municipales.
Ante un escenario adverso lo peor es recular o asustarse. Sin embargo existe una salida, pero no puede recalar en el mero voluntarismo, tampoco puede ser la sola reafirmación de la identidad porque repito, de lo que se trata es de generar una nueva mayoría popular. Quizá, esa salida se construya saltando por arriba del laberinto, un salto a la ofensiva política, sabiendo que el contorno de las acciones que requiere esa iniciativa será muy específico.
Con los de abajo, como diría Mariano Azuela, ese será el ariete fundamental de la táctica; un proceso que viene con la natural irrupción de nuevos liderazgos nacidos desde allí. Parte de la tarea política será no obturar esa irrupción. Con el pueblo en la calle pero bajo un discurso claro y más aguerrido. El liderazgo de CFK es solo incuestionable para nosotros. Ella lo ha comprendido por ello insinúo con claridad la función que debiera cumplir el Frente Ciudadano como instrumento político y heterogéneo.
El discurso que llame a la acción debe estar dos o tres tonos más arriba de lo que venía sucediendo. Para utilizar las palabras concretas, se ha acabado la etapa donde dirigentes nacionales del campo popular solo describían lo mal que estábamos. Es el momento de proponer acciones políticas ofensivas bien determinadas en la calle y con la mayor cantidad de pueblo, y no reparar, ni por un instante en la dictadura meticulosa de las formas. Agitar, incentivar, promover. Si la táctica no se encamina a representar a los sectores molestos con esta energía, se pierde, a secas se pierde.
Es indudable que hay que construir un nuevo frente, superador de las articulaciones existentes. En lo sindical, la cuenta no se hace por Centrales Obreras, sino por sindicatos o seccionales, en los barrios se suma por enojo no por identidad partidaria, en términos legislativos la suma es cero, en términos partidarios una neo transversalidad a decir de Néstor Kirchner debe intentarse, y en términos comunicacionales escoger a quien se habla puesto que nosotros ya estamos convencidos. Estas son posibles líneas de acción, pero como la construcción es colectiva, quien tenga una mejor idea que lo diga.
(*) Referente del sindicato de Judiciales, miembro fundador del Grupo Walsh (Fpv).